Derechos humanos: Misa para un ahorcado
Derechos humanos: Misa para un ahorcado
Por Zenia Regalado
La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada y proclamada por la resolución de la Asamblea General 217, del diez de diciembre de 1948 tiene una letra y un espíritu que si fueran respetados en lo más mínimo, el mundo fuera mucho mejor de lo que hoy es.
En su primer artículo ese documento afirma que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Lo ideal sería que esa afirmación se cumpliera, pero la realidad es bien amarga y dramática.
Las actuales estrategias de la globalización de mercado y del capital están dando lugar a la concentración de sectores de gran riqueza, junto a grandes masas llenas de miseria y a un gran número de población mundial sin derechos de ningún tipo.
Hasta 1960 había en el mundo un rico por cada 30 pobres; hoy la proporción es de un rico por cada 80 pobres.
¿Qué declaración universal de los derechos humanos se cumple en un mundo en el cual mueren cada año cinco millones de niños menores de cinco años, y en cual más de nueve millones de personas de los países ricos pasan hambre?.
De esos datos ha dado cuenta la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
La ideología neoliberal del mercado reduce la vida humana a un simple análisis de costos y beneficios que desemboca en un individualismo sistemático basado en el cálculo de las ventajas individuales obtenidas dentro de un grupo social.
Por ese rumbo los seres humanos se encaminan hacia un neoindividualismo posesivo y consumista que pretende reducir y simplificar toda posible visión compleja e integral del ser humano.
La sociedad deja de ofrecer mecanismos institucionales y universales de integración social, seguridad, solidaridad y, consecuentemente, abandona a las personas a su solitario, inseguro y mercantilizado destino.
Ya no parecen viables las soluciones colectivas y solidarias . La competitividad individual dentro del mercado es la única salvación posible.
Esta ideología deja carente de vínculos sociales a un amplio sector de la población mundial, que pasa a convertirse en una especie de marginales de la civilización global.
Quien no resulta competitivo en la lucha económica es eliminado definitivamente de ella.
Es imposible, y a propósito de las sesiones de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, hasta el 22 de abril, hablar de esos derechos dejando a un lado a los sociales. Es como brindarle una misa a un ahorcado.
Un Estado que carezca de políticas públicas orientadas al cumplimiento de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales no podrá resolver los graves problemas de desigualdad y pobreza.
Con el neoliberalismo el Estado incumple las obligaciones mínimas necesarias para la realización de un ser humano "libre del temor y la miseria".
Sin embargo, el gobierno de los Estados Unidos realiza todo tipo de presiones
para condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos, una nación que desde el triunfo revolucionario en 1959 no ha hecho otra cosa que instrumentar políticas y programas en beneficio de su pueblo, tanto en la salud, la educación, como el empleo y la dignidad humana.
Los llevados y traídos derechos humanos son una de las armas del gobierno norteamericano más empleadas contra la Cuba, anticapitalista, antiimperialista y antirracista, que defiende la emancipación social, y el mestizaje igualitario, todo lo contrario de lo que Estados Unidos quiere imponer en el mundo.
Esa y la justificación para proseguir el bloqueo económico contra la isla son las motivaciones que mueven al imperio en sus maniobras en la citada Comisión que sesiona en Ginebra, Suiza.
Esperemos que el mundo, ante tanta mentira, no se deje presionar.
Por Zenia Regalado
La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada y proclamada por la resolución de la Asamblea General 217, del diez de diciembre de 1948 tiene una letra y un espíritu que si fueran respetados en lo más mínimo, el mundo fuera mucho mejor de lo que hoy es.
En su primer artículo ese documento afirma que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Lo ideal sería que esa afirmación se cumpliera, pero la realidad es bien amarga y dramática.
Las actuales estrategias de la globalización de mercado y del capital están dando lugar a la concentración de sectores de gran riqueza, junto a grandes masas llenas de miseria y a un gran número de población mundial sin derechos de ningún tipo.
Hasta 1960 había en el mundo un rico por cada 30 pobres; hoy la proporción es de un rico por cada 80 pobres.
¿Qué declaración universal de los derechos humanos se cumple en un mundo en el cual mueren cada año cinco millones de niños menores de cinco años, y en cual más de nueve millones de personas de los países ricos pasan hambre?.
De esos datos ha dado cuenta la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
La ideología neoliberal del mercado reduce la vida humana a un simple análisis de costos y beneficios que desemboca en un individualismo sistemático basado en el cálculo de las ventajas individuales obtenidas dentro de un grupo social.
Por ese rumbo los seres humanos se encaminan hacia un neoindividualismo posesivo y consumista que pretende reducir y simplificar toda posible visión compleja e integral del ser humano.
La sociedad deja de ofrecer mecanismos institucionales y universales de integración social, seguridad, solidaridad y, consecuentemente, abandona a las personas a su solitario, inseguro y mercantilizado destino.
Ya no parecen viables las soluciones colectivas y solidarias . La competitividad individual dentro del mercado es la única salvación posible.
Esta ideología deja carente de vínculos sociales a un amplio sector de la población mundial, que pasa a convertirse en una especie de marginales de la civilización global.
Quien no resulta competitivo en la lucha económica es eliminado definitivamente de ella.
Es imposible, y a propósito de las sesiones de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, hasta el 22 de abril, hablar de esos derechos dejando a un lado a los sociales. Es como brindarle una misa a un ahorcado.
Un Estado que carezca de políticas públicas orientadas al cumplimiento de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales no podrá resolver los graves problemas de desigualdad y pobreza.
Con el neoliberalismo el Estado incumple las obligaciones mínimas necesarias para la realización de un ser humano "libre del temor y la miseria".
Sin embargo, el gobierno de los Estados Unidos realiza todo tipo de presiones
para condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos, una nación que desde el triunfo revolucionario en 1959 no ha hecho otra cosa que instrumentar políticas y programas en beneficio de su pueblo, tanto en la salud, la educación, como el empleo y la dignidad humana.
Los llevados y traídos derechos humanos son una de las armas del gobierno norteamericano más empleadas contra la Cuba, anticapitalista, antiimperialista y antirracista, que defiende la emancipación social, y el mestizaje igualitario, todo lo contrario de lo que Estados Unidos quiere imponer en el mundo.
Esa y la justificación para proseguir el bloqueo económico contra la isla son las motivaciones que mueven al imperio en sus maniobras en la citada Comisión que sesiona en Ginebra, Suiza.
Esperemos que el mundo, ante tanta mentira, no se deje presionar.
4 comentarios
Zenia -
Rosa Maria -
Zenia -
Álvaro Ramírez -
Ha sido una grata sorpresa leerte y encontrar que informas sobre cosas de las que poco nos enteramos.
Un saludo muy cordial