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zeniaregalado

Cuando el infierno bajó
unos minutos a la tierra

A las 4.00 de la madrugada las nubes se abrieron y la lluvia con viento golpeaba con fuerza las persianas de mi habitación. Los truenos y rayos iluminaban la noche como un conjuro con Mefistófeles.
Había intentado dormir a pesar del paso de la tormenta tropical Arlene. Lo logré hasta esa hora. Atisbé desde el balcón del frente y vi el galope de las nubes.
Una luminosidad de varios colores rompía el negro de la noche y un ruido muy común para los habitantes del occidente cubano zumbaba en mis oídos: la naturaleza quiere hablar, pero ruge.
Es violento y brutal el trópico cuando se le ve este rostro, diferente al de sus playas azules con palmeras y blancas arenas; pero igual es atractivo, por peligroso y exuberante.
Este diálogo entre isleños y naturaleza parece medir fuerzas. Pero ya aquí el hombre no le teme. Ambos coexisten como en un matrimonio que no admite divorcio.

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